El tarot nos ayuda a conocernos, a descubrirnos, a mirar en esos lugares internos que tanto nos cuesta ver. Hoy, bajo la guía del arcano XVI -mal llamado La Torre y cuyo nombre original es La Casa Dios-, quiero hablar de la postura del tarot frente a las crisis que acontecen en la vida. Esas crisis inevitables, esas que nos cuesta aceptar y que traen profundas bendiciones escondidas. Sin embargo, aunque no lo entendamos en el momento, la vida y el arcano XVI me han enseñado que siempre hay una razón para esos cambios y que, esa razón, la comprendemos con el paso del tiempo. Así que no hay que angustiarse tratando de encontrar rápidamente un porqué.
Las crisis destruyen, sacuden, dan miedo, pero lo hacen para recordarnos nuestro verdadero propósito, para liberarnos de algo, para abrirnos a nuevos caminos, para centrarnos. Muchas veces necesitamos la crisis para parar y conectarnos con nuestra verdad. Este arcano me recuerda que es fácil perderse en el mundo y que no lo reconocemos hasta que llega la crisis y nos muestra que no hemos estado viviendo bajo los principios de “La Casa Dios”, que es la luz que somos, la luz que nos cobija, la luz que nos mueve desde nuestra verdad.
La Casa Dios me invita a construir de nuevo. La presencia de esta carta puede traer dolor, pero también fe y confianza. Me recuerda que siempre hay una fuerza que nos protege y nos guía y que, aunque mi ego cree tener el mejor plan para mi vida, hay una sabiduría superior que tiene otros planes para mí. Soltarme, caer al abismo, como lo hacen los personajes de la imagen, es también una prueba de confianza y valentía. Es liberador.
Así que abracemos las crisis y esos cambios bruscos del destino. Desde su sabiduría el arcano XVI, La Casa Dios, plantea varios caminos.